En estos relatos se suceden los excesos: crímenes sin castigo, abuso de niños, necrofilia, y la sangre de los vampiros, viejos fantasmas de la humanidad, brota a borbotones. Ocurren delitos sin castigo y condenados con penas desmedidas o equivocadas. La obra de ficción de Louise Michel sorprende por el despojamiento verbal que contrasta con la retórica ornamental y recargada de muchas de las obras más populares de aquel siglo. Tras el humo del tabaco que llena los tugurios descritos por Michel, la escritora intuye que no hay salvación sin rebeldía. Michel no describe la sociedad real tal cual es, sino como la «ve». Recoge el argot de los bajos fondos, junto a metáforas en que equipara a los seres de las clases corrompidas con animales carroñeros. Escritura que Caroline Granier, una estudiosa de la obra, ha calificado como «delirante». Escritura comprometida y feroz, tremendamente visual, de frases cortas repletas de elipsis que parecen sentencias capaces de resumir vidas o circunstancias, como si formasen parte de un guión cinematográfico para una película.