Gambaro indaga el mundo animal, su condición luminosa u oscura, vulnerable o invencible, y logra contagiarnos inquietud y zozobra.
Un gato con atributos de perro; una mona que no quiere balancearse entre dos lianas porque considera ridículo divertir a otros; un a jirafa que atribuye su dulce melancolía a la tristeza del mundo; una hormiga que lamenta la exagerada subjetividad de los humanos; un perro insomne que, cuando se duerme, sueña que es pájaro. Salvajes o domésticos, los animales de estos relatos logran eludir la clasificación humana, la representación fácil, las formas consabidas.
El narrador se asoma a cada uno de esos universos "nostálgicos de aquel paraíso común" y los interpela con extrema delicadeza, como si quisiera disolver una vieja ofensa o acceder a sus secretos, franqueando esa frontera irrisoria y soberbia que levantamos frente a ellos. Pero no lo hace con actitud paternalista o concesiva: todo lo contrario, admira el enigma que celosamente esconde cada especie.
Con destellos de humor y un lenguaje refinado y austero, Griselda Gambaro indaga el mundo animal, su condición luminosa u oscura, vulnerable o invencible, y logra contagiarnos inquietud y zozobra: ese reino y el de los seres humanos se parecen tanto, que bestialidad y humanidad emergen de allí gratamente confundidas.