Este título, uno de sus mejores relatos, pone de manifiesto todas las cualidades narrativas del escritor, descubriéndole como el agudo observador de los aspectos más tragicómicos de la existencia humana, el supremo cultivador de la más fina y sutil ironía británica, el narrador de complejas tramas hiladas con una prosa a la vez barroca y transparente; en definitiva: un manjar para los epicúreos literarios. Esta obra fue descrita elocuentemente por Borges como «una horrible historia de adulterio narrada a través de los ojos de una niña que no está capacitada para entenderla», y podría calificarse como un insólito cruce entre Alicia y Lolita.