"En el momento en que el alma ya se siente unida íntimamente a Dios y transformada en él y siente correr por su vientre los ríos de agua viva tal y como el Señor dijo que pasaría en estas almas, le parece a ella que con tanta fuerza está transformada en Dios, poseída y llena de dones y virtudes, que se siente así muy cerca de las bienaventuranzas y que solo la separa de ellas una leve y delicada tela. Y al ver que la delicada llama de amor que arde en ella lo hace cada vez con más fuerza parece así que le va a otorgar la vida eterna y que falta muy poco para romper la tela de la vida mortal; y que por ese poco que falta no acaba de ser glorificada esencialmente. El alma le dice a la Llama, que es el Espíritu Santo, que rompa ya la vida mortal en ese dulce encuentro, que acabe de comunicarle lo que parece que va a darle cada vez que la encuentra, y así dice: ¡Oh llama de amor viva!"