Desde Parménides hasta los autores contemporáneos a él, el autor aplica su ojo cínico a un centenar largo de obras, que van tejiendo una malla de la que es difícil sustraerse, aunque sólo sea para tomar aire. La huella que han dejado los volúmenes que ha leído se confunde con su propia vida, con anécdotas de los escritores, con opiniones muy personales y con ese gusto que cultiva por la frase lapidaria y la comparación desconcertante.