Los dos primeros Libros de Retórica de Jorge de Trebisonda establecen las bases del conocimiento de la retórica humanista. Recogen las definiciones fundamentales de causa, cuestión, géneros y modos, las primeras partes del discurso, los estados o constituciones de la causa y los lugares con que se fomenta la persuasión en ellos, el exordio y la narración. La consulta de este tratado, muy difundido entre 1450 y 1550, ofrecía una síntesis crítica de la tradición hermogeniana y bizantina con la que se superaba la reducción medieval de contenidos y fuentes antiguas. Se difundió en numerosas copias, y en varias ediciones de las imprentas humanistas más afamadas de los siglos XV y XVI. Sin apartarse demasiado de la doctrina aristotélica, presentaba las razones más destacadas de los tratados latinos (ciceronianos, Quintiliano, Fortunaciano, Sulpicio Víctor, Julio Severiano, Julio Víctor, la retórica atribuida a Agustín) que sustentaban el fondo común asumido y desarrollado en Roma. Pero Trebisonda también pretendía explicar la función de los lugares retóricos en la composición de las principales partes del discurso, indispensables para dar brillantez y eficacia a un discurso calculado minuciosamente para convencer.