ENTRE PERIÓDICOS fuerza la vista: a falta de caricias buenas son palabras. Cuando ya no quedan esperanzas las huellas muerden abismos y el mendigo busca el légamo de sus escritos. Acaso la postrera oración del día no sea más que piedra, sueño milenario de una ciudad cuyos cimientos vierten sangre. ¿Dónde el envés negro del espejo del verano? ¿Aquel antiguo equilibrio entre leche y canela? ¿Por qué (no) se paran los relojes y vuelven sus labios a la noche? ¿Por qué la calle sueña (con) ceniza y el hombre consternado con estrellas? Estambul no es mas que piedra angular con el perfil de un paseante que retoma olvidos, altares, transidos instantes, insondables atardeceres de lunas y mezquitas.