Argumento de Lecturas y Lectores
Tras comprobar que el título más obvio para este libro Amigos y maestros, estaba ocupado, pensé en Poetas profesores; separando ambas palabras con una coma imaginaria se cubría bien el contenido de todos los artículos que se recogen en él; sin esa coma podría hacer una pequeña apología de los poetas profesores. Ya sabemos la intención derogatoria que tiene el apelativo: por poeta, el profesor sería poco riguroso, y el poeta, seco y frío, intelectualista, por profesor. Todos recordamos el dardo envenenado de Juan Ramón Jiménez contra Salinas y Guillén: «yo no los llamaría poetas puros, sino retóricos blancos
»
Puede ser que le demos la vuelta y nos encontremos con un profesor y ensayista que no se conforma con ningún tipo de generalización histórica que se salte ese suplemento o punto de resistencia que llamamos literatura, sin olvidar que se trata de una condición necesaria pero no suficiente, y un poeta que emplea su modo de leer, entrenado por la disciplina profesoral, en no confundir el estupor ante el mundo con la estupidez ante el mundo, en manejar con cuidado lo sublime, a sabiendas de que está al lado de lo ridículo, en atreverse, también, a salir de la barricada de la ironía. Un poeta que se apunta a mantener abierta la dialéctica entre poesía ingenua y poesía sentimental. Entre otras cosas porque sabe como profesor que en aquel texto de Schiller (Sobre poesía ingenua y sentimental) se condensan cuestiones inescapables para la poética moderna, en la que no cabe ya la naturaleza armoniosa de lo clásico ni la vuelta a la naturaleza a lo Rousseau, sino el avanzar hacia una armonía problemática, hacia una naturaleza que no es la perdida, sino la que nace de una época como la presente, la época del artificio.1