Sin embargo, no eran las últimas cartas de Stalingrado; era algo diferente: eran las cartas que quizá habrían podido escribir los soldados encerrados en la bolsa de Stalingrado, pero que no lo hicieron. No era exactamente una falsificación, pero tampoco eran documentos auténticos.
Las últimas cartas de Stalingrado no son verdaderas, pero pudieron ser bien ciertas. Desde esta extraña condición, este libro nos acerca a una parte de la «verdad» de la batalla de Stalingrado, la que padecieron miles de soldados en el kessel antes de desaparecer en la derrota definitiva.