«Debemos reconocer que el exceso del mal está presente en el mundo. Éste se verifica cuando se sobrepasa la pura estupidez humana que causa graves daños, pero los provoca por incuria, por ineptitud, por negligencia, por fragilidad, por debilidad y se llega a la planificación del mal hecha con cinismo y crueldad para disfrutar del mal ajeno, del aplastamiento del otro.
Naturalmente, en el mundo se da también un exceso del bien. Éste se verifica en el momento en el que se supera la relación de estricta justicia, el puro contrato paritario: Yo te doy, tú me das. Entonces se da con total gratuidad, se da con pura pérdida dando a quien no se lo merece, a quien nos es hostil, superando las buenas maneras, el sentido común, la percepción corriente de la medida. Es la superación de las costumbres mundanas, pisotear toda convención, lo que podríamos llamar una transgresión sin el valor negativo del término».