Se puede rastrear la chispa del ingenio de Nasrudín en Turquía, Grecia, la Unión Soviética, pasando por la refinada Francia del medievo - Las fábulas de María de Francia- hasta nuestros maltrechos e idealistas Don Quijote y Sancho Panza.
Nasrudín llevaba a su casa un trozo de hígado que acababa de comprar. En la otra mano tenía una receta que le había dado un amigo para hacer un pastel. De pronto, un buitre bajó y le arrebató el hígado.
- ¡Tonto!- gritó Nasrudín-, ¡tú tendrás la carne, pero yo aún tengo la receta...