Esta obra rememora las mocedades de Rodrígo Díaz de Vivar, Gimena Gómez, Diego Lainez, Urraca y el Rey, personajes con la sangre caliente de la nobleza castellana de la Alta Edad Media que evolucionan, gracias a de Castro, en un teatro que preconiza la mezcla de los géneros, el espíritu barroco, la libertad de escritura, y el desorden de las situaciones.