Un asombroso descubrimiento literario que relaciona para siempre la
historia argentina a una autopsia en un salón de estudio holandés del
siglo XVII.
Tras la inocencia -o la intrepidez- de un relato de la campaña que abandona las zonceras, no los tópicos, el narrador se atreve a corregir el pasado para encontrarle sentido a la orfandad, no a la incoherencia.
Una súbita puesta en escena desplaza civilización y barbarie de los lugares jerárquicos que ocupan.
Sabia como una estrella de otro hemisferio, la presencia del doctor Tulp "la fantasía que tal presencia acarrea" ocupa el tiempo del relato como una leyenda imperiosa, y cada una de las escenas, cada uno de los acontecimientos, cada uno de los detalles alcanza en esta novela imprevisible el fulgor que se merece.
Daniel Muxica no olvida el oficio de poeta cuando elige ser narrador. Ni se tropieza por casualidad con la historia. Nada de "prosa poética", nada de lirismo artificial y superfluo, pero nada tampoco de arbitrariedad teatral en la reconstrucción. Escenas del pasado fluidas como si las emitiera un escritor del siglo XIX que adquieren ritmo y verosimilitud en la narrativa del XX.