En la vida, siempre hay un punto crucial en el que se prefigura ya todo. En esta novela, ese punto es la plaza de un pueblo, en un atardecer de verano en el que el tiempo parece detenido. En ella, se cuentan las andanzas de unos niños, a una edad fronteriza en la que empiezan a ensanchar los límites de su mundo. En torno a ellos, se desarrollan otras historias, protagonizadas por distintos vecinos. Todas vienen a confluir en la misma plaza para conformar una historia colectiva. La novela no se detiene en la superficialidad de unos hechos, sino que profundiza a través de ellos en los grandes sentimientos que mueven al ser humano: la fe, el amor, la amistad, el ansia de belleza, la identificación con el paisaje, el poder de la palabra, la sugestión de la música? Son las verdaderas fuentes del alma, las que sacian la sed de eternidad que todos llevamos dentro.