Las dos caras de Londres representa la más laboriosa de las obras de un autor cuya genialidad aunó la catarsis con el vano desafío, el reflejo doloroso con lo cauteloso, porque un día tuvo el reflejo de un sueño. La objetividad, lo sincero, también se instalan en sus ambiciones de «carácter ascendente» para dar lugar a lo que siempre deseó: escribir su aventura mediante un libro. El tiempo durante el cual permanece con estos vericuetos le daría motivo e inspiración para depurar su problemática espiritual, que también quedaría reflejada en El «don» del esquizofrénico.