Sandra Ibarra tenía una cosa muy clara cuando conoció el diagnóstico de su médico: quería ser la protagonista de su vida aunque tuviera cáncer. ¿Por qué siempre que nos ocurre algo negativo lo tomamos como un «paréntesis» en nuestra vida?, se pregunta la autora, después de superar dos veces el cáncer y aprender a vivir con él. Porque asegura que, cuando a uno le dicen que tiene cáncer y logra superar ese primer impacto, lo que le entra son ganas de vivir y mucha prisa por hacerlo. Parece una contradicción, pero Sandra asegura que «cuanto más enfermo estás más vivo te sientes». El dolor no se va, pero se puede esconder entre el ruido de las voces amigas o bajo la luz de una noche de estrellas. Es el sino de los pacientes de cáncer esperar y mirar siempre resultados; su ánimo se mueve en función de ellos porque ese papel lleno de signos y datos es el informe de su vida, de cómo están, de lo que pueden esperar y de su presente y su futuro. Pero mientras llegan esos datos vitales, hay que vivir, utilizar los recursos, reírse de uno mismo y de la enfermedad, en la medida de lo posible. Enferma el cuerpo, pero el paciente no debe dejar que lo hagan ni la mente ni el espíritu. Será fundamental para la curación.