Che de Milan no pasa por su mejor momento. Tres días después del funeral de su madre, recibe la urna con las cenizas y una nota adjunta recordándole una promesa que tenía medio olvidada: Conforme a nuestro acuerdo, ahora debes llevarme a Canterbury.
En un principio desecha la idea. Al fin y al cabo, era solo una de las ideas excéntricas de su madre. Pero tras recibir una segunda carta de su novio, en la que la abandona por otra, toma la decisión definitiva: se marcha a Canterbury.
De mala gana, se une a ocho desconocidas en un viaje de casi cien kilómetros entre Londres y el santuario de Thomas Becket en la catedral de Canterbury, conocido por sus milagros.
Che, que es una adicta al trabajo, se verá obligada a aflojar el ritmo, a dejarse llevar y a tomar conciencia del mundo que la rodea. Las peregrinas van narrando historias por el camino a la manera de Chaucer, rivalizando por ver quién consigue plasmar con más acierto la verdadera esencia del amor. A medida que estrecha lazos con sus compañeras (y, lo que es más importante, consigo misma), Che irá descubriendo las difíciles y sorprendentes enseñanzas que nos depara el camino acerca de la vida y la muerte, el amor, el desamor y las virtudes de la imperfección.