Lo que trajo las energías definitivas para dar una forma concreta a Las bodas reales, fue la declaración de intenciones del Presidente norteamericano George W. Bush el 22 de febrero de 2004, de sacar una ley estatal que prohibiera las uniones (denominadas matrimonios o no) a las personas del mismo sexo en todo Estados Unidos. En nuestro país Jose María Aznar y el Partido Popular, aunque no tan radicales como George Bush, no parecían dispuestos a legalizar los matrimonios homosexuales.
Las elecciones del 14 de marzo dieron el poder a Zapatero y al PSOE. La boda Real, que realmente fue de cuento, tuvo lugar el 22 de mayo de 2004, pero a homosexuales y lesbianas todavía les era vedado llegar a ese final feliz, y las perdices les seguían siendo retiradas. Las bodas reales iban pasando de editor en editor y eran rechazadas por su alto contenido sexual (¡?!). Nada extraño. Había un paralelismo con la vida misma.
Por fin el 30 de junio de 2005 El Pleno del Congreso de los Diputados aprobó la reforma del Código Civil que permitía el matrimonio entre parejas del mismo sexo, y el 2 de julio entraba en vigor la ley que ha convertido a España en el país que más derechos reconoce a gays y lesbianas. Las bodas reales ya eran reales de verdad y este cuento pasó a reposar en una estantería. Ya no tenía sentido. Su meta parecía haberse conseguido.
Sí, parecía haberse conseguido, pero de repente diversos movimientos prehistóricos provocados, uno por una juez de Dénia el 21 de Julio de 2005 al negarse a casar a una pareja de mujeres, y otro por el PP el 30 de septiembre de 2005 al presentar ante el tribunal Constitucional un recurso de inconstitucionalidad contra la ley de matrimonios homosexuales, hicieron que estas Bodas reales saltarán de la estantería, y volvieran a buscar el refugio de un editor, que por fin encontraron y que les hizo ampliar su contenido para tratar de conseguir que de una vez por todas en un futuro, cuanto más inmediato mejor, sea incuestionable la libertad de elección sexual, o lo que es lo mismo: la forma en que cada persona quiere vivir su propia vida.