Cada vez que el autor ha buscado la verdad se ha visto precisado a orientarse hacia lo absoluto, y al así hacerlo ha intuído la existencia de una voluntad universal como única posibilidad plausible para la explicación del por qué de todas las cosas. Siempre, al final de los caminos recorridos, se ha encontrado ante la necesidad de reconocer su existencia, so pena de encerrarse en un callejón sin salida. No se trata, dice, de una voluntad-propiedad de la materia, ni algo así como un panteísmo, sino de una voluntad, espiritual y cósmica, que emerge recurrentemente, cual luz refulgente e inevitable, enhiesta en lo más alto de la reflexión filosófica.