«Cada amanecer no es un día menos; cada amanecer es un día más», acostumbraba a decir Paco. «Un día más para estar con los tuyos, charlando, disfrutando de lo que se pueda. Estamos enfermos y sanar no depende de uno. ¿Por qué no pensar que va a salir bien? Y si no, pues habrá que morir. Pero perder la vida no».
Amaneció el 6 de noviembre, Paco falleció y no pudo leer las páginas de su libro. Él no murió hasta ese día; otros enfermos de cáncer, emponzoñados en la pena, lo están haciendo en vida. «El que se asusta, el que lo ve todo negro, el que se deprime, ése se está muriendo ya», repetía. A ellos va dirigida esta obra que encierra la sonrisa de la Pacoterapia.