¿Qué misterios, a un tiempo fantásticos y cotidianos, pueden desencadenarse al alquilar un piso, perder las llaves, asistir a una fiesta entre desconocidos o sufrir una extraña plaga de ratas en el propio domicilio? Las historias de La vida ordenada nos hablan de aspectos engañosos de la realidad en las grandes urbes. Sus protagonistas, víctimas de la desidia que les envuelve, viven un particular periodo de crisis y se aferran a un objeto o un pasado que les redima. Así, Enrique anhela en vano huir de esa existencia anodina que le reitera que no es dueño siquiera de la casa donde reside; Antonio visita a la madre de Alfonso, su amigo de la infancia, para saldar una extraña deuda, y ese encuentro le cambiará la perspectiva de las cosas; Ricardo sospecha que alguien con oscuras intenciones va soltando ratas en el apartamento que su madre le legó y en el que ha prometido no entrar hasta que un compañero de celda salga de la prisión...