La conquista espiritual de las misiones no es el contrapunto de la vida anónima conventual, sino la culminación del espíritu incubado en los conventos, a través de la enseñanza, las lecturas en sus bibliotecas, el concepto de la familia, el sistema de valores allí construido... incluso las discrepancias entre los Dominicos y los Jesuitas, respecto a la problemática teológica o docente, se proyectaron sobre la estrategia misional, con maneras distintas de entender la aculturación de los autóctonos. La vida extraordinaria de los misioneros no es, en definitiva, sino el reflejo de la vida cotidiana, silenciosa y estable, de los conventos.