Cuando Eva sale de su primera clase en la universidad, encuentra seis llamadas perdidas de Porto, su compañero de piso. Ella acaba de llegar a Madrid para estudiar, conocer gente y sacar partido de la gran ciudad. Él es un anciano cascarrabias obsesionado con la tele.
Preocupada, Eva vuelve a casa para asegurarse de que el hombre esté bien; pero él la espera sentado tan tranquilo en el sofá y le dice que han intentado matarle. En realidad, que el mismísimo José Luis de Morterone, gran magnate de las comunicaciones, quiere deshacerse de él porque no deja que manipulen su audímetro, el aparato para registrar las audiencias televisivas. ¿Quién se creería un cuento como este? Eva, seguro que no: a ella nunca le han gustado ni las bromas pesadas ni las historias policíacas, no se las acaba de creer.