El invierno llega a su fin, pero la nieve aún lo cubre todo: el suelo, los árboles, los animales, los caminos. Luchando contra el gélido viento del norte, Jens, el cartero que recorre los aislados pueblos de la costa oeste de Islandia, se refugia en casa de Helga, donde varias personas se encuentran reunidas bebiendo café y aguardiente, y escuchando recitar Shakespeare de labios de un joven forastero que llegó a la aldea tres semanas atrás con un baúl lleno de libros. Sin embargo, ni el calor del hogar ni la buena compañía retienen a Jens, que continúa la marcha para entregar el correo en uno de los fiordos más remotos de la región. Sólo que esta vez lo acompañará el muchacho desconocido, con quien, atravesando tormentas y ventiscas, recorrerá los senderos que bordean los acantilados en una peligrosa travesía marcada por los encuentros con los granjeros y pescadores de la zona. Durante la dura jornada, los dos viajeros gozarán también de momentos de gran belleza, estoicismo y ternura, y sus disquisiciones sobre el amor, la vida y la muerte derretirán lentamente el hielo que los separa de sí mismos y del resto de los hombres.
La tristeza de los ángeles es un libro de una belleza tan única y envolvente como los fúlgidos paisajes que recorren los protagonistas entre noches pobladas por los susurros de un entorno invisible e insondable. En ese medio inhóspito, cuando la línea que separa la vida de la muerte es tan frágil, sólo importa lo que realmente nos ata a este mundo.