Argumento de La Tinta y la Espada
A veces una novela nos traza, mejor que una biografía, el perfil de un personaje histórico, el de su época y el de su entorno. Es el caso de este libro de Miguel Manrique titulado con acierto La tinta y la espada porque pinta bien las dos vocaciones que marcaron el singular destino de don Gonzalo Jiménez de Quesada, el fundador de Bogotá.
Gracias a una hábil estructura narrativa, Manrique inicia su relato cuando el Fundador, ya en el crepúsculo de su vida, todavía sueña con encontrar el país del Dorado, el mito que embrujaba entonces la imaginación de conquistadores y aventureros. Don Gonzalo se dispone a emprender esta última aventura de su larga vida, cuando es ya la primera y tranquila autoridad de la ciudad fundada por él muchos años atrás, y cuando es la pluma y no la espada la que consume sus horas y desvelos.
Manrique nos pinta a un hombre solitario que en las penumbras de su casa navega entre recuerdos y pesadillas. Los primeros le devuelven constantes imágenes de Córdoba, los parajes sembrados de olivos donde transcurrieron su infancia y primera juventud, y las segundas, las pesadillas, evocan el fragor de las selvas y de los combates librados por él al frente de una expedición antes de descubrir la hermosa y apacible altiplanicie donde encontraría una evocación de los aires, brumas, colores de sus tierras andaluzas.0