Publicada originalmente en 1944, La sangre y la esperanza, la obra maestra de Nicomedes Guzmán, es al mismo tiempo un retrato y una acción política o, si se quiere, la pintura interesada de una clase social. El puro hecho de particularizar los lugares donde habitan sus personajes es ya una toma de posición; con ello el autor quiere indicar que los espacios en que viven los obreros poseen una forma propia de belleza y que sus habitantes, un grupo social secularmente marginado, son capaces de armarse de una voz reconocible para poder entrar en el debate acerca de su propio destino.