El sentido de protagonismo, de pertenencia a una red informal, la vivencia colectiva de que el poder permanece en nosotros se ha visto activado, reforzado y extendido con la experiencia de las movilizaciones. Sin duda. En consecuencia, las manifestaciones no han conducido a la constitución de un contrapoder social, pero sí han servido para mantener -y hacer crecer- la creencia de que el protagonismo social es posible. Y que tampoco es un sueño pensar que la política puede hacerse de forma diferente. Y por actores diferentes. Quizás es solo una esperanza. Aunque para los tiempos que corren, nada mejor que una esperanza.