La segunda parte del libro empieza por una exposición de las famosas tablas indiciarias, que tanto proliferaron en los siglos XVII y XVIII, para pasar luego al momento actual con la exposición de tablas probatorias referidas, entre otras, a la prueba del blanqueo de capitales, la prueba de la insolvencia o la prueba de la mentira.
En la tercera y última parte se contiene una revelación: universalmente no hay más que 72 indicios, que son descritos uno a uno por el autor, indicando a la vez su aplicación a los distintos temas de prueba con una metodología francamente holmesiana. Muñoz Sabaté se acerca aquí, salvando obviamente las distancias epistemológicas, a la famosa tabla periódica de los elementos de Mendeléyev.