¿Cómo influyen los poderes sobre nuestra vida íntima? ¿Han destruido, con su influencia, la vida privada? Desde hace unos años los políticos y personajes públicos nos entretienen con sus vidas privadas, quizá para no tener que hablar de nosotros mismos.
Este complejo fenómeno social esconde una privatización de la intimidad, una mercantilización de las emociones fomentada por las democracias liberales. En este trabajo descubriremos cómo las categorías de lo íntimo y lo privado han sido unidas en esta democracia de propietarios y cómo preservar lo íntimo (los lazos afectivos) es una forma de mantenerse en la realidad.
Ante el espectáculo comercial de las vidas privadas promovido por los medios de comunicación las preguntas se suceden. ¿Es lo íntimo una característica ideal del espacio común? ¿En qué medida el amor es un sentimiento político? ¿Debe ser la democracia contemporánea sensible para ser verdaderamente democrática?