Reinado contradictorio, con muchas más sombras que luces, que certificó definitivamente el pase de España a un papel secundario en el plano internacional, mientras que, en el nacional, supuso un fraccionamiento infame entre quienes deseaban dar el salto a la modernización del país mediante la fijación de nuevas bases de organización política y los que porfiaban por dejarlo anclado al pasado, viviendo del antiguo esplendor y las rancias glorias de un Imperio que, por el contrario, se desmoronaba de modo imparable.
A pesar del apoyo incondicional que el monarca dio a esta última corriente asistimos a los primeros zarpazos que intentan hacer caminar al país y a la Corona por la "senda constitucional". Esta aventura suponía, entre otras cosas, que algunas añejas instituciones como las Cortes se habían de trasladar a un escenario de todo punto novedoso, con un destino radicalmente diferente del que habían venido librando. Ahora representan a la Nación y son depositarias de la voluntad nacional.
Sus miembros han de ser elegidos mediante sufragio tornándose imprescindible institucionalizar la figura de un Presidente que capitanee la nave. España comienza a escribir los primeros renglones de su historia constitucional que, con mayor o menor pureza y con algunas momentáneas perturbaciones, no interrumpe, de forma brusca y dramática, hasta 1936. El nuevo régimen que surge, tras derrocar al legítimamente constituido, orgánicamente también recurre a la institución de las Cortes pero éstas ya nada tienen que ver con las que iniciaron su recorrido allá por los primeros años del siglo XIX.
El presente libro no pretende otro objetivo que el de ahondar en los rasgos jurídico-políticos-institucionales del Presidente de las Cortes (cuando éstas han sido unicamerales) o sólo del Congreso (en los períodos de bicameralismo) durante el denominado "constitucionalismo histórico español".