En una época en la que las preguntas se centran más sobre las consecuencias que sobre las causas, hay que defender la capacidad moral y política de preguntar e identificar las causas de «lo que hacemos con el sufrimiento». También hay que atreverse a mirar la indolencia con la que habitualmente se trata el sufrimiento ajeno y frente al que se intentan establecer barreras de protección, ya que, como se sabe, hay sufrimientos que contaminan. Es preciso ampliar el terreno de la política, y para ello hay que interrogarse colectivamente acerca de la existencia social del sufrimiento. Esto supone dar respuesta a la cuestión de cómo vivimos y cómo queremos vivir.