El autor es la voz y pensamiento de una experiencia que cuenta, en primera persona y con humano detalle, los acontecimientos que se dieron desde el vertiginoso secuestro y la lentitud de una temporalidad que matiza todo su cautiverio. El relato se inicia, pasados ya unos meses, en un momento dramático: la partida de uno de sus compañeros de cautiverio, y con ello el agobiante presentimiento de sentir que quizás su liberación no llegue nunca, el golpe que la soledad le propicia en esa impotencia en la que su única posibilidad es esperar, y en esa espera, las dudas, los reproches a sí mismo, la incredulidad hacia los otros, la resignación, la fe que tanto ayuda, pero que a veces también se quiebra, los signos y las señales milagrosas, la infaltable desesperación y especialmente su diálogo interno, pleno de contradicciones y de indagaciones frente a la suerte que está en manos de sus secuestradores y de sus familiares.