Andrés Fajardo es un hombre cansado. Cansado, no de la vida, sino de su vida y de la forma en la que está viviéndola. De ahí que el inicio de la obra trate de remarcar ese aspecto tedioso en el que, el protagonista, se siente sumido. Una noche sueña otra vida. Tal vez, la vida que desearía vivir. Tras el despertar, al que su mente acude siguiendo la brusca senda de los gritos de su esposa, llega al convencimiento de que es posible escapar de esa vida suya; de que puede inventarse otra vida ?la que desee? aprendiendo a dominar el sueño; controlando sus sueños, la duración y lo que en ellos viva. Al fin y al cabo, siendo todos personajes imaginados por una mente cualquiera en su propio sueño, ¿por qué no podría él soñarse a sí mismo? Con este convencimiento, se aplicará a ello, soñando una nueva vida. Su otro yo le acompañará en este viaje onírico, hasta que, de tanto soñarse, pierda la noción de la realidad soñada, confundiendo la vida real, que no ha dejado de transcurrir y de manifestarse durante sus propios sueños. Concluirá su camino mezclando realidad y sueño, hasta un momento en el que el lector (si lo hubiere), deberá decidir si Andrés Fajardo muere a una vieja vida o nace a una nueva.