Francisco Franco Martínez-Bordiú, nieto del Caudillo, ha decidido romper su prolongado silencio y hablar por primera vez de los aspectos más íntimos y desconocidos del entorno familiar que rodeaba a Franco, con el que mantenía una especial relación de afecto. «Frente a los tópicos y calumnias vertidas sobre mi abuelo, sólo quiero contar lo que yo vi y viví con él. Quiero ofrecer un retrato fidedigno de su persona fuera del ámbito público, cuando disfrutaba de sus ratos de ocio o se encontraba en familia. Era un abuelo atento y cariñoso. Era mi compañero de caza y pesca, mi mentor, mi amigo. Le quise más que a mi padre. En mi abuelo Franco descubrí a un hombre dotado de una gran sensibilidad y que se entusiasmaba cuando un experto le explicaba los pormenores de cualquier asunto, ya fueran los resortes del Estado, el funcionamiento de una fábrica, los secretos de la caza, la pesca, la agricultura... Cuando salíamos de montería solía contarme anécdotas de su juventud, historias que precedía del estribillo: "Cuando yo era persona?". Gran ecologista, amante del mar y del campo, su pasión por la naturaleza ocupó un lugar primordial en su vida. Podía pasarse horas discutiendo sobre cuál era el mejor carrete para pescar los atunes, o sobre si ese era tal o cual pájaro, o sobre el ciclo vital de la anguila. Cada tarde, después del café, se encerraba un rato a pintar. Yo conocí en mi abuelo un modelo de austeridad y disciplina, un lector voraz, un entusiasta de los animales, un buen conversador, un pintor vocacional y cineasta aficionado, muy lejos de la imagen habitual del estadista». Un documento único, controvertido, necesario, en el que podemos ver a Franco jugando al mus con sus amigos, cazando cachalotes y ballenas, filmando bailes de flamenco en Nochevieja o tratando de atisbar el «rayo verde» desde la cubierta del Azor.