La mujer invisible es una novela que se desarrolla en el centro de la capital hispalense, ese inmenso casco histórico, uno de los más notables del mundo, consagrado por autores universales y cruzado por celebraciones religiosas, civiles y militares. En ese marco deslumbrante nadie ve la existencia diaria de personas como la protagonista de esta historia. ¿Quien observa a una mendiga? ¿Alguien se atreve a cruzar su mirada con alguien que solo atesora unas cuantas pertenencias? Si en las ficciones sobre El hombre invisible, como la de H. G. Wells, la capacidad para pasar inadvertido es la marca de un poder, en esta novela, dedicada a una mujer, es signo y estigma de marginalidad, incluso de la inexistencia histórica.
Felipe Alcaraz narra la vida secreta de una de tantas mujeres anónimas, las descatalogadas y denostadas, que viven su tiempo como seres transparentes sin nombre. «A veces», decía María Teresa León, «los silencios son más peligrosos que las balas del enemigo». En ello abunda esta nouvelle: en la vida impublicada de muchas mujeres, como segundo sexo, incluso como sexo situado al margen de la Historia. Son los términos de esta mirada no inocente... O mejor dicho, de esta no mirada: la nuestra.