Rescatar a la mujer de ese olvido inútil implica sacar a la luz ayudada por los últimos criterios historiográficos, aspectos del entramado familiar-social-profesional que hoy están en la creta de la ola de la preocupación histórica actual. y (...) resulta que la mujer ha sido y es su protagonista indiscutida e indiscutible.
Sintonizar (...) con los retos que tiene planteados el mundo de hoy supone, en primer lugar, abdicar de una vez por todas de los graves desajustes de la modernidad ilustrada, que han producido escisiones penosísimas y casi irreparables en el hombre y la mujer, y en segundo término, acoger con realismo, es decir sin disyunciones artificiales, los problemas ecológicos, racistas, belicistas, de marginación y paro que, entre otros, cuartean y entristecen nuestro planeta. Quizás la mujer, más razonable que racional, menos dada a ver contradicciones allí donde sólo hay contrastes, por su poliédrica inteligencia, pueda ofertar soluciones originales y armónicas para un siglo XXI que todos esperamos nuevo».