El autor nos invita primero a recuperar la memoria del corazón, para que Aquel a quien contemplamos pase por nuestro recuerdo para convertirse en experiencia viva. En un segundo momento nos tenemos que hacer presentes al misterio, mirando de un modo nuevo, con la misma mirada de Dios, tal y como Él nos mira; y en tercer lugar tendremos que adentrarnos en el descubrimiento del «interno conocimiento» del Señor, desde lo más profundo de nosotros, para que lleguemos a conocer «como somos conocidos».