Con la analogía del sol y la luna los Santos Padres mostraron la naturaleza y el horizonte de la misión de la Iglesia: ella no tiene luz propia, sino que la recibe del sol que es Cristo; y se alegra de ser luna, de recibir toda su luz de Cristo y de hacerla resplandecer en la noche del mundo. La misma intención de describir el ser y la fi nalidad de la Iglesia la tuvo el concilio Vaticano II (1962-65) al defi nirla «como un sacramento, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1). La concepción sacramental de la Iglesia, por tanto, se presenta para nuestros días como fundamental para la eclesiología católica, y sería irrenunciable para la elaboración de una eclesiología auténticamente ecuménica. Si bien es cierto que esta cuestión ha planteado ciertas reticencias en los diálogos ecuménicos, especialmente por parte del mundo protestante, no puede desdeñarse su estudio en profundidad por un cierto ?pudor ecuménico? o un falso irenismo que anule la identidad de las partes en el diálogo. Esta obra pretende abrir la comprensión de la Iglesia como sacramento a la convergencia ecuménica entre católicos, protestantes y ortodoxos. Y, por tratarse de un tema que afecta a la confi guración esencial de la Iglesia, lo hacemos convencidos de que el acuerdo a este nivel podría servir de ayuda para solucionar otras diferencias eclesiológicas concretas que aún permanecen enquistadas en los diálogos ecuménicos, tales como la comprensión de los ministerios ordenados, la sucesión apostólica, el ministerio petrino o los sacramentos.