París, 1940. Esteban lleva un año viviendo con su tío Eduardo, la persona que lo rescató de una España desolada tras la guerra. Allí, sin poder olvidar su pasado, le relata a Eric, amigo de su tío y escritor, sus vivencias, la muerte de sus acaudalados padres y las miserias que pasó posteriormente, pidiendo limosna por las calles y siendo acogido en su casa por un inspector. Una acogida que no fue desinteresada ya que lo que el inspector quería de él era información sobre los Campillo, amigos de sus padres. La muerte de la mujer del inspector, Rosa, había ocurrido en presencia de uno de los Campillo y se había culpado del asesinato al hijo de uno de los empleados de la casa. Esteban era muy pequeño cuando todo ocurrió y apenas había conocido a los Campillo, así que, no pudo contarle nada.
Al comenzar a trabajar en Correos ordenando cartas antiguas y olvidadas, Esteban, encuentra nombres que le resultaban familiares y descubre que la muerte de una joven de buena familia, Selene, estaba relacionada con la muerte de Rosa. Intentará investigar el tema pero se le cerrarán todas las puertas. La historia de Selene y Rosa nunca desaparece de su mente y por ello acabará contándole todo a Eric, quién le aconsejará regresar a España y descubrir más sobre ambas muertes. Tras convencer a su tío, regresará a su ciudad natal y pronto aflorarán turbias historias del pasado, que involucran directamente a personas de su máxima confianza.