Los capítulos finales del libro segundo de los Reyes y de Jeremías, relativos a la conquista de Jerusalén de 587 a.C., están interpretados desde un aspecto filológico que dirime sus complejas vicisitudes redaccionales y reconstruye el texto subyacente más antiguo. De este modo, este estudio trata de situar el relato en el contexto tradicional de su composición para sacar a la luz su naturaleza literaria y su contenido fuertemente simbólico dentro del marco de la historiografía bíblica.