Argumento de La Fiesta Vigilada
El narrador de este libro se propone contar cómo ha vuelto a La Habana, después de veinticinco años de prohibición, la fiesta. O, más exactamente, su remedo. Hurga con ese fin en lo que él denomina «caja negra de la fiesta». Sus asuntos, mientras tanto, no marchan bien: las autoridades han dictado contra él orden de censura, y verá denegado cada intento de salir del país. Lo acusan de recibir dinero de una agencia extranjera de inteligencia. No es casual que él eche mano de Our Man in Havana, donde Graham Greene narraba las peripecias de un falso espía y de una red de espías falsos. Por la fiesta de estas páginas cruzan Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, Dizzie Gillespie y la Orquesta Aragón, Edith Wharton y Ernesto Guevara, John Lennon y Ernest Hemingway, Compay Segundo y Ry Cooder. Piezas disímiles se combinan para conducir al final de toda fiesta de disfraces: el momento de abandonar las máscaras. Búsqueda de ascendencia kafkiana, atemperada por el ejemplo de otra criatura literaria ante el absurdo: la Alicia que, en el País de las Maravillas, echa en cara a quienes la juzgan que no son más que un mazo de naipes. Sólo que el narrador de La fiesta vigilada no tiene la ventaja de haber crecido por encima de sus jueces.0