Una organización integrada por 30 personas (entre franceses, vascos y aragoneses, muchos de ellos de ideología de derechas) dirigida por militantes franceses de un partido monárquico estableció una conexión semanal por tren entre Canfranc, Zaragoza y San Sebastián para llevar los mensajes al consulado inglés de la capital donostiarra que, cada lunes, los remitía por valija diplomática a Madrid. La dictadura de Franco desarticuló esta red, que proporcionaba informes militares vitales de las tropas alemanas en Francia, de las tropas españolas y del tráfico de mercancías estratégicas por Canfranc. Sus 30 miembros fueron juzgados y condenados por un Tribunal Especial contra el Espionaje en 1943.
La estación espía es un relato construido a partir de una investigación histórica en la que se entrelaza la búsqueda de los descendientes de aquellos espías por rescatar o conservar la memoria histórica de una época dorada de Canfranc. El magnífico edificio modernista de la estación se encuentra en la actualidad casi en ruinas, después de que Francia cerrara en 1970 el paso internacional ferroviario. La frontera por donde se salvó Europa es hoy un dinosaurio dormido en el que los arqueólogos descubren cada día pedazos de la historia moderna ignorados.
Ramón Javier Campo (Huesca, 1963) es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y Máster de Periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid-El País. Colaboró en El País y El Nuevo Lunes. Desde 1991 trabaja como redactor en Heraldo de Aragón, con especial dedicación a informaciones de Defensa e Interior. Ha publicado El oro de Canfranc (Premio Asociación de la Prensa de Aragón 2001, Premio de Periodismo Pirenaico del Gobierno de Andorra 2002, Premio Nacional de Periodismo Digital José Manuel Porquet 2002 y Mención especial del Premio Rodolfo Walsh de la Semana Negra de Gijón 2003) y, en Ediciones Península, Yak-42, honor y verdad.