Sería condesa por coacción.
Lady Diana Copeland fue a Londres sin perder un segundo para decirle a lord Faulkner, el tutor que le habían asignado, lo que pensaba exactamente sobre sus intolerables pretensiones matrimoniales. En realidad, nadie más podía decírselo si sus dos díscolas hermanas se habían escapado...
Ese hombre impresionante con aquel brillo altivo en los ojos no podía ser el tutor viejo, necio y presuntuoso que estaba esperando... Diana tomó una bocanada de aire para intentar no car en las redes de la mirada embriagadora de lord Faulkner... ¡o para no claudicar completamente y convertirse en su esposa!