26 de noviembre de 1504. Isabel, soberana de Castilla, de León y de Granada, muere en Medina del Campo dejando viudo a su poderoso marido, Fernando de Aragón.
En su testamento, Isabel nombra heredera a su hija Juana, casada con el archiduque Felipe de Habsburgo, y a quienes muchos consideran loca a causa de la pasión enfermiza que siente por su esposo. Juana nunca ha deseado la corona y desdeña el poder. Sin embargo, consciente de su responsabilidad ante la Historia, hará todo cuanto esté en su mano para cumplir la última voluntad de la reina Católica.
Para ello tendrá que enfrentarse a dos hombres implacables: su esposo Felipe y su padre, el rey Fernando, quienes ansían gobernar Castilla sin contar con la legítima heredera. La joven reina Juana se verá atrapada en una red de intrigas y traiciones. Un juego peligroso en pos del poder que involucra a nobles, cardenales, reyes e incluso al propio emperador germánico, y que amenaza con convertir el legado de Isabel la Católica, su madre, en una corona partida.