Vivo un poco fuera del tiempo y el espacio. Me encanta imaginarme en un campo ?hace siglos? espantando cuervos o verme pasear a orillas de los ríos de la Patagonia. Me esfuerzo por crear una poesía minimalista. Como Huidobro, borro el adjetivo que no agrega nada. Busco una poesía a menudo gráfica. ¿Para qué? Busco la verdad, no la verdad masiva de la brocha gorda sino las pequeñas verdades de la vida. No siempre vemos las pequeñas cosas. Las persigo. Me gustan los sencillos actos de la humanidad: una sonrisa, una lágrima y los de la naturaleza: de una hormiga o una culebra. Absorbo cada día palabras de anuncios, tanto viejo como nuevo, escenas o voces del mercado, e-mails, periódicos, la televisión, películas, cuadros, fotos, los movimientos de los animales y pájaros del jardín. En mis textos hay una mezcla de realismo objetivo e imaginación subjetiva. Confieso que, al estilo de Raymond Carver, cambio a veces unos detalles para producir cierto efecto y mi imaginación puede arreglar las cosas según sus propias leyes. Creo que no es siempre el poeta quien crea los poemas. Es otra cosa. Es decir, creo en la inspiración. Mis amigos dicen que mis poemas sugieren cosas, que no lo dicen todo. No busco ese efecto. Ocurre, probablemente, como resultado de mi minimalismo. Otros dicen que hay ironía en mi poesía. Sin duda, pero ocurre naturalmente, sin que yo lo busque. Escribo para crear un espacio personal dentro de las narrativas que quieren absorber mi generación. De vez en cuando nos quieren aplastar o nos arrastran. Quiero encontrar un hueco, un sitio, un espacio donde poder ser yo mismo, donde poder respirar. La poesía es ese sitio para mí y, creo, para mis amigos. Me encantan las cosas que van desapareciendo, tal como un mural en una casa en el valle del río Negro en Argentina. Mis amigos dicen que mis poemas son a veces tristes, melancólicos. Me inspira mucho lo que ya no existe. Me gusta el pasado, las co...