La prosa fresca y amena, con pinceladas psicológicas, casi impresionistas, de Martínez-Sagrera nos transporta de manera realista al comienzo de la era cristiana. El lector, como si de un personaje más del libro se tratase, se sumerge en la lectura, sintiendo la cercanía de Jesús y sus discípulos: caminará con ellos desde los montes de Galilea hasta los de Judea, notando el frescor del agua mientras bordea el lago de Tiberíades y el calor abrasador del desierto; se compadecerá de los que sufren; y el temor se apoderará de él cuando sean perseguidos y acosados. La autora narra la conversión de Simón en Pedro, describiendo la transformación de un adolescente impulsivo, curioso y con muchos defectos, dotado de afán de liderazgo y de un gran corazón. La necesidad vital de dar un sentido pleno a su existencia, más allá de lo que se esperaba de él, le llevará a rechazar lo que es irrenunciable para un judío y a enfrentarse a los suyos. Cuando conoce a Jesús, reconoce en él aquello que desde la infancia estaba buscando y no encontraba. La narrativa de Martínez-Sagrera conjuga un gran rigor histórico con un estilo ágil, lo que hace que resulte fácil de seguir y cautive al lector desde las primeras páginas. De forma amena nos muestra los primeros años de la era cristiana, las luchas y contiendas políticas, el papel de la mujer judía, la importancia de las tradiciones y la proliferación de profetas, las prácticas religiosas judías y la dominación romana.