«Yo soy la escriba; ellos, los dramaturgos».
«Déjenme que les cuente sobre un niño llamado Teddy, y otros niños, en una guardería de Londres.
»Me invade una sensación de placer y optimismo, porque sé que mi audiencia va a escuchar una historia que les recordará quiénes fueron y qué pueden volver a ser.
»Se darán cuenta, desde luego, de que también tienen historias de Teddy propias, aquellos momentos inesperados en los que fueron testigos de un acto de bondad. Las voces crueles que nos rodean son fuertes y estridentes, y exigen nuestra total y absoluta atención. Mayor razón, entonces, para oír el suave murmullo de la amistad y contar nuestras historias edificantes, a pesar del estruendo. Nuestros relatos son faros que ayudan a iluminar el universo moral».
«En la ciudad o en el campo, la vida es una historia en la cual, como creen los niños fervientemente, aparecemos bajo disfraces».
«Si la necesidad de saber cómo se siente el otro es el soporte del universo moral, entonces, tenían razón los sabios de la Antigüedad. Por- que, sin duda, esto es lo que sucede cuando los niños se asignan papeles entre ellos para representar, en su continua búsqueda por conocer la naturaleza de las relaciones humanas» (Vivian Gussin Paley).