Arriesgarse a escarbar en los hondones del pensamiento, de la inteligencia, del acercamiento sigiloso a Dios en la vejez, de los demonios personales o de la condición femenina no es tarea cómoda, dadora de placeres intelectuales o propicia a generar raptos exaltados del espíritu, sino más bien fuente casi segura de estremecidas y estremecedoras reflexiones, de enfoques pesimistas y hasta de desconsoladas conclusiones sobre algunos de esos focos humanos, que, orlados en ocasiones de gloria, suscitan, en otras, demoledoras consecuencias, quizá porque, recordando a Nietzsche, resultan «demasiado humanos». Bendecir y maldecir a un tiempo el pensamiento, negar inteligibilidad a la inteligencia, desafiar la «locura judía», adentrarse polémicamente en los entresijos de la verdad, intentar deslindar el pensamiento propio del pensamiento ajeno, hurgar con temeridad en las brumas de la idea de Dios o acercarse sin prejuicios ni cautelas al propio demon no es algo que quepa recomendar a aquel que enfrente la vida de su espíritu huyendo del conflicto, instalado en la comodidad o a la búsqueda de lo que le resulte placentero y gratificante. En este libro, su autor se ha aventurado por tan arriesgados pagos del intelecto, con sinceridad y desgarro, pero sin buscar el escándalo ni el asombro morboso, sino llevado tan sólo por el hondo impulso de sacar a la luz cuestiones que de viejo laceran su alma y, al mismo tiempo, de intentar sugerir al lector sensible la posibilidad de iniciar su propio pensamiento en campos tan conflictivos, o, al menos, de trabarlo con el del autor en una confrontación-identificación que, probablemente, depare fruto estimable. Concluir el libro con la hipótesis de que, quizá, en nuestros días merezca la pena replantearse la posibilidad del tránsito del lógos al mythos, es, probablemente, el colofón más polémico que cabe considerar.