Este libro aporta una mirada multifocal sobre ese último gótico castellano, el arte que había acompañado a los conquistadores cristianos en la Península en su lucha contra el islam, que se había renovado a mitad del siglo con nuevos aires llegados del norte y que había contado con el apoyo de monarcas, nobles y eclesiásticos, favoreciendo con esta ingente promoción arquitectónica la difusión de las nuevas técnicas y saberes del artista tardogótico.
La Corona de Aragón, el vecino Reino de Portugal o los territorios descubiertos al otro lado del Atlántico ofrecieron un fructífero espacio para las relaciones e intercambios de artistas y de modelos, en uno de los momentos más intensos de la arquitectura hispánica moderna.