Escribir la palabra fin había dejado de ser en los últimos tiempos un simple acto para convertirse en una sensación. Una mezcla de alivio y urgencia que se instalaba en él con demasiado encono cada vez que tecleaba aquellas tres letras en su vieja Olivetti y desaparecía como por ensalmo cuando tiraba del folio y permanecía mirando lo escrito con la actitud de quien intenta descubrir otra realidad más allá del papel.